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Llegué a la maternidad un poco tarde y también un poco ingenua, mi deseo profundo de ser  mamá me hacía idealizar todo lo maravilloso que me estaba perdiendo dejando a un lado el caos que podía significar, y quizás dejando de apreciar lo suficiente los placeres de la vida sin hijos de los que tanto disfrute. Creo las mamás solo recordamos lo bueno como si el amor por nuestros hijos nos diera una especie de amnesia, por eso nos es tan difícil transmitir la maternidad real a otras mujeres primerizas, la que cuesta, la que es sacrificada, la que duele recordar, la que nos avergüenza sentir.

Siempre quise tener hijos, pero nunca me vi criando sola, incluso en algún momento me planteé ser madre soltera, pero no es lo que yo quería, quería una familia. Pero nada sucedió como lo tenía planeado; luego de un divorcio llegue casi a los 40 años a tener mi primer hijo y por circunstancias de la vida me mude embarazada de 6 meses a otro continente. Un cambio de vida completo sumado a la imposibilidad de hacer lo que estaba acostumbrada en el lugar que conocía, pero a la vez hacerlo TODO. Mi vida anterior se convirtió en recuerdos ahogados en el llanto y las rutinas de un bebé que me reclama todo el día, esta etapa de mi vida la llamaría, sostener y alimentar.

Éramos una pequeña tribu de tres (el padre, mi bebé y yo), éramos pocos con múltiples roles. Bien dicen por ahí que para criar un hijo es necesario una tribu, la mía estaba a cientos de kilómetros de distancia, tocaba asumir el rol de la tribu al 100%, las 24 horas, distribuyendo el tiempo entre trabajo, estudios, casa, ser padres, pareja y una pandemia que nos limitaba la libertad.

Por eso no era raro fantasear en mi mente todos los días, imaginaba a mi mamá llegando a casa con una comida caliente o a mi hermana sacando al bebé de paseo para darme chance de un buen baño y una siesta. También imaginaba que mis amigas llegaban a tomar café mientras se pasaba volando el tiempo de la lactancia a libre demanda entre pláticas para arreglar el mundo, no digamos cuando me iba a la cama y soñaba que la bebé dormiría toda la noche, pero todo eso solo estaba en mi cabeza.

Leo a las mamás diciendo, amo a mi bebé, pero … como si tuviéramos que excusarnos por sentirnos cansadas, frustradas, pero también felices y plenas, no sería mejor decir amo a mi bebé y me siento cansada; o soy tan feliz de tener a mi bebé y me gustaría tener más ayuda para cuidarlo; al final, ¿no son dos escenarios de la misma moneda? Una dualidad que nos divide a nosotras mismas y también entre nosotras, no vaya ser que piensen que me arrepiento de haber tenido a mi hija.

Definitivamente la madre que iba a ser era mejor de la que soy en realidad, me imagina siendo una madre joven, con muchos hijos, con una energía inagotable para jugar con ellos en el suelo y una paciencia infinita. Que ilusa era jajaja… la realidad es que ni soy tan joven, tengo una sola hija, mi energía se estira para llegar de pie al final del día y mi paciencia se limita a un llanto máximo por hora, pero aun así hago lo mejor puedo.

Descubriendo a esta nueva mujer

Hay días en los primeros meses que lloraba de vez en cuando, sin querer, sin saber por qué, era como drenar para reactivar la energía que necesitaba para cuidar de mi bebe, ahora que lo pienso creo que me peleaba entre la mujer que creía ser (mi vida pasada) y la mama que deseaba ser (mi presente y mi futuro), mi ego me jugaba en contra, solía cuestionarme ¿dónde estaba la mujer activa, guapa y maravillosa que era? Acaso, ¿dejé de pertenecer al mundo y ahora vivo en un micro mundo de a tres dentro de una casa, viendo pasar la vida con mi bebe en brazos?

Desde el primer día que nació mi hija he sentido una vulnerabilidad permanente, pensar que podría pasarle algo mientras estábamos solas o verla crecer ante mis ojos sin que conociera a su familia me encogía el corazón, pero todas estas emociones se equilibraban con la sonrisa de mi bebé, esa que da la confianza y la fuerza para llevar adelante la crianza, donde sea y como sea.

Espero pronto aprender a cuidar de mi hija sin descuidarme, a conectarme con ella sin desconectarme del mundo, a reencontrarnos pronto con nuestra tribu, pero aún no es tiempo, mientras tanto abrazo con fuerza este milagro que vive en mis brazos, ahora es momento de DAR, de darme, porque para esta personita yo soy su cuidadora, su mundo y su tribu.

Texto y foto: Rocío Rodríguez

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