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En muchos casos, confundimos la crianza respetuosa con una crianza «permisiva,» «idealizada» o «perfecta.» Sin embargo, la realidad es que una crianza consciente está relacionada con el proceso de autodescubrimiento y conciencia de los padres, madres y niños.

Cuando hablamos de crianza consciente, nos referimos a una crianza orientada a potenciar el desarrollo del niño, al mismo tiempo que los cuidadores entran en un proceso de autodescubrimiento y crecimiento a través de la tarea de criar, o como me gusta llamarlo, «acompañar.»

Ser padres es uno de los roles más trascendentales en nuestras vidas, no solo porque es una tarea desafiante, confrontativa, demandante y exigente, sino también porque es un acto sagrado, poderoso y transformador tanto para los padres como para los hijos. Cuando somos padres, nos convertimos en sus protectores, guías, formadores, maestros de vida, figuras a imitar, fuentes de apoyo, refugio, y sobre todo, en su fuente de amor incondicional y aceptación.

Seguramente has escuchado la frase «los padres deseamos lo mejor para nuestros hijos,» pero ¿qué significa «lo mejor»? En el mundo de la crianza, te encontrarás con dos corrientes marcadas: la crianza respetuosa o la crianza con apego, que se centran principalmente en las necesidades del niño, y las corrientes del conductismo, que se centran en las necesidades de los padres.

Dentro de la crianza respetuosa o la crianza con apego, existe un enfoque que combina elementos de ambas corrientes cuando es necesario, y se le conoce como crianza consciente. Aunque no existe un modelo perfecto para criar, ya que hay tantos modelos como personas, sabemos que la crianza es un proceso de crecimiento mutuo a través de la interacción diaria.

Si pudiéramos ver a nuestros hijos en su totalidad, considerando su desarrollo físico, emocional, mental y espiritual, nuestras decisiones como acompañantes tomarían coherencia. Dejaríamos de depender de recetas, metodologías y enfoques específicos para cada circunstancia, y confiaríamos más en nuestras decisiones como padres.

Como dice William Sears, «un apego saludable y sólido entre la madre y el hijo surge de la contingencia, que es la sintonía emocional entre madre e hijo, basada en la sensibilidad de la madre ante las señales del bebé.»

Existen 8 prácticas que nos ayudarán a desarrollar un vínculo firme, coherente y seguro, con disponibilidad física y emocional:

  1. Preparación para el parto y nacimiento, creando lazos afectivos desde el nacimiento.
  2. Alimentación con amor y respeto, principalmente a través de la lactancia materna.
  3. Respuesta inmediata a las necesidades del bebé desde que nace.
  4. Contacto materno tanto como sea posible.
  5. Sueño en un entorno seguro, tanto emocional como físicamente, con la opción de dormir con el bebé.
  6. Respuesta sensible a los llantos del bebé.
  7. Disciplina positiva.
  8. Equilibrio en la vida personal y familiar.

 

En la crianza con apego, se priorizan las necesidades emocionales del bebé, reconocemos, atendemos y empatizamos con lo que le sucede. Lo crucial en este enfoque es el respeto, el amor incondicional y la aceptación genuina del bebé. Trabajar en nosotros mismos para ofrecer un ambiente seguro, sano y amoroso es más importante que seguir prácticas específicas de esta corriente, como la lactancia a libre demanda, el colecho, el porteo, y otras. Es esencial comprender el «desde dónde» y el propósito detrás de nuestras decisiones de crianza.

«Cada niño viene a este mundo con sus propias cualidades y dones. Es nuestra labor como padres reconocer esta singularidad perfecta, honrarla y aceptar a nuestros hijos tal como son.»

 

 

 

Adaptado del Artículo del blog de EDTe ¿Qué es la crianza consciente?

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