Este embarazo fue tan tranquilo, tan consciente y respetado, nada que ver con mi segundo embarazo (en el que nació Matilda) donde teníamos miedos de otra pérdida, de su crecimiento, de mi salud, etc…la verdad fue un disfrute sentir más mi cuerpo y menos a las angustias.
Me creció tanto la panza, y aún así nunca dejé de hacer nada, de cargar a mi guagua, de manejar y hasta tenía una feria cerca de la fecha del parto. Y claro, pese a las peticiones de dejarme ir a la feria, decidió nacer el día que iniciaba…y así inició la labor a las 7 am con un «Ouch» apenas abrí el ojo. Pese a esto me vestí y esperé a mi socia que llegue, la cual me llevo dos cuadras y tuve que volver a casa a quitarme la ropa porque ya no la soportaba. Mi esposo me propuso salir a caminar y casi le doy con el zapato, intenté bailar y nada, todo me molestaba, estaba asombrada que los dolores empezaron así de una y ya eran bastante intensos. Yo había planeado que iba a ir de a poco y en ese tiempo bailaría, caminaría, etc, pero en mis momentos de lucidez me repetía que solo debo dejar fluir y que si así ha sido, pues así que sea. Mi partera llegó a la casa pasado el medio día, yo ya estaba con los ojos cerrados en mi trance, su presencia me dio tranquilidad y me metí a la ducha…rico!
Ahí veía unos zapatos y eran dos doulas que vinieron de apoyo, y ahora agradezco tanto por su presencia. Salí de la ducha y no me puse mi vestido de parto que mandé a confeccionar (yo ya no pensaba y a mi esposo ni se le ocurrió grrr) estuve con la bata de baño y cómoda. Entraba en mi mundo, me quedé casi todo el tiempo arrimada a un mueble donde encontré la posición exacta en la que quería estar, veía mi muñeca donde tenía una cinta y una pulsera que me recordaba las mujeres maravillosas que me ha traído la maternidad, y ellas me mandaban tanta fuerza. Pese a que había querido que mi hija esté en el parto, se fue con sus abuelos antes del medio día y en el proceso pensé que no iba a poder tenerla a mi lado, no tenía esa fuerza o gana o energía para hacerlo. Durante la labor ya de la tarde y en mis momentos de flaqueza pensaba en mi hija, en que era por ella y sus hijas que yo estaba pariendo, también pensé mucho en mi mamá que no tuvo la oportunidad que a mí se me había dado, por mis abuelas que habían sufrido al parir y pensaba que también era por ellas que quería seguir ese proceso del parto y cambiar paradigmas.
El momento del nacimiento
Mi partera en un momento que yo le dije que me diga que estaba haciendo mal, me dijo que mi hijo es grande y que mi cuerpo demora más en abrirse para que mi hijo salga y que eso es todo, solo toma más tiempo porque es lo que necesita mi bebé, que todo está perfecto. Eso y la mirada de mi esposo era lo que me decía que siga con esa corriente.
Me pedían que orine, mi vejiga estaba llena pero por más que intentaba no salía. Así que después de muchos masajes, compresas calientes, bebidas dulces, homeopatía, olores, y muchos mimos, me propuso la partera hacerme un baño de asiento (era de hierbas) y fue muy cómodo porque estaba sentada en el baño. Pase mucho tiempo ahí hasta que Emme me dijo: mamá ya hiciste todo lo que tenías que hacer, tu bebé está listo para salir, me toca a mí hacer lo que hacen las
Parteras, vamos a sacar a tu bebé!!! No saben lo lindo de esas palabras, el dolor paró, me llene de fuerzas y solo estaba concentrada en lo que me decía. Fueron algunos pujos en los que no sentí nada de dolor solo presión hasta que mi marido me dijo: ya tengo su cabeza (el pidió ser quien lo reciba). En ese momento la
partera pidió que me ponga en 4 y mis acompañantes maravillosas me ayudaron y enseguida en otro pujo salió como un pescadito mi hijo. Yo veía sus pies y César le daba la bienvenida.
Me incorporaron y lo tomé en mis brazos, uno de los momentos más emocionantes de la vida, le daba besos lo acariciaba y yo trataba de llorar pero no podía solo era emoción. Empezó a llorar y no quería tomar el seno, había estado con el cordón en su pie, le quitamos eso y de una se clavó a comer y ahí si nos miramos y fue solo paz.
El cordón dejo de la latir y mi esposo lo cortó, lo acomodamos mejor pero él seguía en su teta. Yo me sentía muy bien, fuerte y sin dolor. Esperábamos que salga la placenta y después Emme iba a evaluar si había que suturar pues me dijo que si me desgarré. Tenía contracciones para que salga la placenta y está no salía, estaba adherida y teníamos que ir a la clínica.
No, después de todo íbamos a tener que usar el plan B, pero ya nada me
importaba pues mi felicidad era más grande…había logrado mi parto vaginal después de cesárea (PVDC)!
La ida a la clínica, llegar allá y la sacada de la placenta fue un poco de drama ya que al estar tan bien tomamos mucho tiempo en salir de la casa, ya había perdido mucha sangre y nos confiamos mucho de toda la situación. Me tuvieron que poner pintas de sangre, me cosieron el desgarre y estuve bien, nada de secuelas ni nada. Tuve la bendición que hubo quien le de de lactar a mi hijo a la madrugada hasta que yo me recupere y enseguida retomamos la lactancia juntos.
Todo el proceso del nacimiento de mi Samuel fue un aprendizaje de lo que soy capaz como mujer, de lo que es en verdad importante en la vida, de lo que es el apoyo incondicional y de la sabiduría de las mujeres.
Samuel nació bendecido y llegó a bendecirnos a todos.
📸📝 por Belén