Las técnicas de adiestramiento de sueño como la Estivill no enseñan a dormir a los bebés, les enseñan a rendirse, a no defenderse frente a la adversidad.
Quizás, en el ser humano, el ejemplo más dramático de indefensión aprendida es el que sufren los bebés que han sido sometidos a técnicas de adiestramiento de sueño como el, tristemente famoso, Método Estivill o su versión original: el método Ferber.
HACIA EL DESAMPARO EMOCIONAL
Este método, cuyo objetivo es que el bebé aprenda a dormir por sí mismo sin necesidad de un adulto que le acompañe, consiste, someramente explicado, en dejar al bebé encerrado en su habitación. Una vez cerrada la puerta, si el bebé llora, los padres han de esperar unos minutos antes de volver a entrar en el cuarto.
Cuando entran, no pueden tocar ni acunar al bebé, sólo decirle que ya es muy mayor, que tiene que dormirse solo y que recuerde que sus padres le quieren. Después, una vez más, vuelven a salir y, nuevamente, cierran la puerta. Progresivamente, el tiempo de espera entre el momento en el que el bebé comienza a llorar y en el que los padres entran en la habitación, va aumentando.
Estivill, Ferber y todos los divulgadores de esta nefasta técnica, tienen unas tablas en las que se estipula el tiempo que paulatinamente deben esperar los padres antes de acudir al cuarto de su bebé (que en ocasiones, puede llegar a más de 15 minutos). Recordemos que durante todo este tiempo de espera, el bebé no para de llorar.
El llanto es el medio de comunicación más rápido y eficaz que poseen los bebés. De modo que no resulta ni extraño, ni descabellado, que un bebé, al sentirse solo en la aterradora oscuridad de la noche, llore desconsoladamente.
A través del llanto, el bebé está alertando a sus cuidadores, cuya labor es la de atenderle y protegerle, de que se encuentra en una situación de extremo peligro. Si nadie acude a acompañarle y reconfortarle cuando llora, el sentimiento de soledad y desamparo resulta abrumador.
Estos bebés realmente sienten que su vida peligra, por lo que resulta lógico que, en los primeros minutos de soledad, aumenten la intensidad y el volumen de su llanto. Cuanto más grita el bebé, más desconsolado está y más aterrorizado se siente.
En mi consulta, recuerdo numerosos casos de personas que han revivido situaciones de este tipo: llorando solos en sus habitaciones en medio de la noche, sintiéndose angustiados y atemorizados sin que ningún adulto acudiera a consolarles o a prestarles ayuda. Estas personas, ya adultas, me relatan estas experiencias como de las peores de su vida, desoladoras y, sobre todo, aterradoras.
ADIESTRADOS PARA DEJARSE VENCER
Si bien es cierto que los bebés estivilizados (o ferberizados) acaban por dormirse, este desenlace no se produce debido al éxito del Método, como afirmaría Estivill, sino como consecuencia de que el agotamiento (además de un profundo sentimiento de resignación) vence a los niños.
En realidad, una vez establecido el método, muchas veces, los pequeños ni siquiera se duermen inmediatamente tras irse a la cama, sino que pasan un largo rato en silencio hasta que el sueño les derrota. Por desgracia, lo que enseña el Método Estivill a los bebés es, contrariamente a lo que su instinto de supervivencia les dicta, a no hacer ruido, a quedarse quietos, en silencio, en la profundidad de la aterradora noche.
Tras implementar este método, los entrenadores y los padres se sienten muy contentos porque, tras acostar a los niños, la casa se queda en silencio. Creen que su hijo ha aprendido a dormirse solo, pero la realidad es bien diferente. Los bebés a los que se les deja llorar hasta que se duermen aprenden que el mundo es un lugar hostil en el que nadie va a ayudarles cuando pidan ayuda.
Estos pequeños, se repliegan, se encierran en sí mismos y aguantan ansiosos y atemorizados la llegada del día. Los métodos de adiestramiento de sueño enseñan que no importa si lloras o no, nadie va a venir a socorrerte. Esto es lo que se conoce como Indefensión Aprendida.
La reacción de estos bebés es muy similar a la de los perros de Seligman, que comentamos en un artículo anterior. Si recordáis, los perros del experimento nada podían hacer para evitar recibir descargas eléctricas, de modo que terminaban resignándose al dolor y, posteriormente, ni siquiera intentaban escaparse, aún teniendo la posibilidad de hacerlo.
De igual forma, el bebé humano se resigna a que nadie va a socorrerle cuando está solo y necesitado, por lo que este aprendizaje establece en él o ella un nefasto patrón de comportamiento ante la vida que le acompañará en el futuro.
DESACTIVAR APRENDIZAJES NEGATIVOS
En muchos de los adultos que acuden a terapia, encontramos patrones de inseguridad y de indefensión aprendida y, cuando profundizamos en sus historias, comprobamos que no han sido niños acompañados respetuosamente, ni atendidos, y que no han tenido unos cuidadores empáticos que les comprendieran.
Muchos de ellos, en sus terapias, reviven momentos que les ayudan a comprender el porqué de sus inseguridades, incluyendo, en muchos casos, escenas de soledad y desamparo por las noches.
Gracias a estos recuerdos, podemos comenzar a desactivar esos aprendizajes negativos para, en el transcurso de la terapia, reforzar la confianza en sí mismos y la creencia de que ellas son personas válidas y valiosas que tienen derecho a hablar, a hacer ruido, a defenderse, a dar su opinión y a mostrarse en desacuerdo con los demás.
Para finalizar, deseo aclarar que, obviamente, el Método Estivill no es el único culpable del desarrollo de una indefensión aprendida. Existen otros muchos factores alrededor que pueden ayudar a que se establezca este patrón o, por el contrario, pueden estimular y dar confianza al niño.
No todos los niños que han sufrido este método de entrenamiento del sueño serán niños inseguros y con baja autoestima. El amor y las muestras de cariño de sus seres queridos puede ayudar a compensar los daños recibidos y a que las consecuencias sean menores.
No obstante, resulta imprescindible que los padres conozcan lo que siente un niño cuando está llorando solo en su cuna para que no se dejen seducir por los efectos milagrosos del Método Estivill.
Escrito por Ramón Soler, Psicólogo para la revista CuerpoMente