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En su libro “Educar para un Nuevo Mundo”, María Montessori enuncia ciertos principios para la educación del niño. Sobre el recién nacido y su primera etapa, nos dice lo siguiente:“Inmediatamente después del nacimiento, el bebé debe permanecer con la madre tanto tiempo como sea posible y en su entorno no debe haber nada que obstaculice su adaptación, como una temperatura distinta de aquella a la que el niño estaba acostumbrado antes de nacer, demasiada luz o demasiado ruido, pues él viene de un lugar donde reinaban el silencio y la oscuridad.

Hay que tocar y mover con sumo cuidado al bebé; no se le debe sumergir en la bañera de golpe ni se le debe vestir luego bruscamente y de prisa -cualquier brusquedad… lo afectará, pues el bebé es exquisitamente delicado, tanto física como psíquicamente. Lo mejor es mantener al recién nacido sin ropa, en una habitación bien calefaccionada y en la que no corra viento, y para llevarlo de un lugar a otro, abrigarlo con una capa suave, y de manera que permanezca en una posición similar a la fetal.”

Habría que considerar a madre e hijo como dos partes inseparables de un mismo cuerpo

Además de la protección y el cuidado higiénicos, habría que considerar a madre e hijo como dos partes inseparables de un mismo cuerpo, que siguen vitalmente conectadas por un magnetismo animal; necesitan estar aislados de los demás por un tiempo y recibir todo tipo de atención y cuidados. No es aconsejable que los parientes o amigos besen y acaricien al bebé ni que las enfermeras lo separen de su madre.Una vez que se ha superado esta primera etapa, el niño se adapta con facilidad al mundo al que ha ingresado y comienza a recorrer el camino hacia la independencia. Su primera conquista es el uso de los sentidos, una actividad enteramente psíquica, ya que por el momento su cuerpo está inerte. El bebé mantiene los ojos en constante actividad; no solo descubre imágenes, las busca como si fuera un investigador…capta todo del medio y lo incorpora a su psique. Quiere el mundo, todo lo que lo rodea, para así adaptarse a la vida.”

María Montessori nos dice además, que al niño no hay que dejarlo solo, hay que hablarle; su madre -en primera instancia- debe estar mucho tiempo con él. Es mejor que no esté con niñeras ni en guarderías, sino con su madre. Y su familia, claro. Hay que permitirle que vea muchas cosas, no aislarlo ni recluirlo, sino llevarlo con uno a todas partes, que vea y conozca el mundo.“Es más feliz el niño que va con su madre ( y/o padre) a todas partes, a la calle y al mercado, en colectivo y en tren, que escucha y mira, que acumula impresiones de vital interés y anda seguro todo el tiempo bajo el cuidado de su protectora natural.”

Fuente: MARÍA MONTESSORI, Educar para un Nuevo Mundo

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