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No dejó de pensar en esos primeros meses de vivir los principios de mi maternidad entre el dolor y el amor, por decirlo de alguna manera.

Mi historia inicial de lactancia no fue para nada placentera, más bien fue una tortuosa, dolorosa y muy frustrante inauguración como madre. Fueron más de 6 meses de “luchar” ante un hecho que no resultó para nada lo que esperé que fuera.

Fue inevitable no sentir culpa. La culpa de no ser la madre que esperé ser para mí bebé, mi cuerpo experimentaba un dolor indescriptible que no permitía que la fusión con mi hija fluyera de manera amorosa. No veía un camino muy alentador, estaba sumergida en una buena producción de leche, pero acompañada por llagas en mis pezones, llagas vivas que no cicatrizaban con nada.

Yo lo intenté todo, tuve muchas asesorías, leía mucho, veía posiciones y al parecer ninguna la hacía «bien», como algo que parecía tan natural y espontaneo, resultaba ser el desafío de vida más aterrador a enfrentar. La culpa, ira y frustración eran emociones muy cotidianas, así que decidí también «ayudarme» con alimentación suplementaria, pero a mi hija eso no le gustaba. Ella quería teta todo el día y a cada rato, al menos así me parecía a mi. Me despertaba hasta 13 veces en las noches, tuve llagas vivas tanto tiempo que pensé que jamás sanarian, el cansancio y desgate físico parecían tan desbordantes que no entendía como podemos vivir esto en soledad y culpa sin saber a ciencia cierta que debemos hacer para retornar a ser la mujer que era antes de empezar este viaje.

Luego vino un importante darme cuenta en mi vida, ligado a la relación con mi propia madre y de cierta manera la relación de dar de comer a mi hija fluyó mágicamente.

Ahora en perspectiva lo veo de manera distinta, mi proceso inicial de maternar fue sin duda transformador y las respuestas para que esta relación fluyera no vino de afuera, ni de las asesorías, ni de los consejos, de los tips; vino de mi misma, vino después del encuentro con mis propias sombras, vino cuando decidí entregarme a esta nueva vivencia, sanando una de las relaciones más importantes mi vida. La madre es el pilar de nuestra vida y de alguna manera la lactancia fue para mí una importante etapa de auto descubrimiento y crecimiento.

Luego de esta etapa de adaptación, nuestra lactancia fluyó de manera amorosa, a libre demanda, sin horarios ni restricciones, decidí no destetar y permitir que se dé de manera natural guiado por mi propia hija.

Lo único que puedo concluir es que si nos damos la oportunidad de explorar las respuestas dentro de nosotras mismas podemos vivir experiencias transformadoras por más dolorosa que sea.

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