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Relatos

Mi más grande inspiración en la vida, me dice mamá

By 25 agosto 2020mayo 26th, 2022No Comments6 min read

Desde que era muy niña y tengo uso de razón mi sueño fue ser doctora. Andaba con mi estetoscopio de juguete curando a toda mi familia, pero mis primeros conejillos de indias fueron mis muñecas. Todo esto comenzó a plasmarse cuando entré  a la universidad a estudiar aquello que tanto anhelaba en el 2003, y aunque las cosas no salieron como planeaba, en mayo de 2008 me quedé embarazada. El día que me enteré quedé en shock. No sabía cómo reaccionar  todos mis sentimientos eran encontrados y confusos:  miedo, felicidad, dudas. No podía siquiera imaginar como criaría un bebé conjuntamente con mi novio quien por ese entonces era estudiante de medicina. La verdad sentía en el fondo de mi corazón que el mundo se me derrumbaba.

Gracias a la ayuda de mis papis, hermanos  y mis amigos asimilé con mucho valor y decisión esta noticia, y llevé embarazo maravilloso. Mi último trimestre de gestación lo pasé en el mejor hospital del mundo. Todos los médicos residentes y tratantes que estaban en ese entonces me apoyaron muchísimo; sí, sin duda me sentía acogida en un ambiente de protección y cariño verdadero. Era difícil tener que hacer guardias cada tres días, estar trabajando hasta la madrugada, toda hinchada, con una panzota y el genio ni se diga. 
Un 28 de diciembre nació mi gorda. Lamentablemente, pude estar a  tiempo completo  con ella solo dos meses, tiempo en que mis papis me pudieron apoyar con su crianza, porque luego me tocó regresar al internado.

El primer día que le dejé donde mi abuelita y mi tía, los ángeles que me ayudaron a cuidarla, se me rompió el corazón sabiendo que tan pequeñita se iba a quedar sin su mamá durante muchas horas.

Mi rutina durante 9 meses era salir a las cinco de la mañana para pasar visita en el hospital. Mi bebé se quedaba con mi papi, él le daba de comer y le llevaba donde mi abuelita y luego cuando acababa de trabajar la recogía yo. Los días que tenía guardia había veces que se quedaba con su papá y otras veces con mis papás o con alguien de mi familia. Era muy cansado salir de una guardia sin haber dormido nada y llegar a cuidar a mi bebé que tampoco dormía nada en la noche. Pero los meses fueron pasando y cada vez que se portaba mejor y dormía más. Acabé mi formación de médico en el 2011, pude hacer mi tesis entre pañales, risas y llantos. Luego  vino el año de la medicatura rural que gracias a tener una bebé pequeña me pude quedar cerca, y hacía guardias cada cuarto día en el hospital de Yaruquí. Este año pude dedicarme más a mi bebé los días que estaba libre.  Mi pequeña Antonella comenzó a entender poco a poco que la mamá no solamente podía cuidarle a ella sino que tenía que cuidar también a gente que me necesitaba. Incluso le gustaba que me vaya de guardia porque siempre mis pacientes me regalaban las mejores fresas del universo. Entonces fue cuando aprendí a hacer mermeladas, pasteles y cheesecakes, recordando muchas recetas que mi mami nos hacía cuando mis ñanos y yo éramos niños.  Al terminar la la rural comencé mi examen para entrar al posgrado en España, trabajaba en un consultorio médico las mañanas y en las tardes era médica de un colegio, y por si fuera poco también me tocó preparar mi boda. La verdad que cuando miro el tiempo atrás no entiendo cómo lograba hacer tantas cosas, ahora solamente de pensar en ello me cansó.

En junio del 2012, un año despues de casarme, emprendimos la mejor aventura de nuetras vidas. Llegamos a la ciudad más hermosa de España, mi Sevilla. Comencé con el posgrado de Hematología y al principio fue muy duro acostumbrarme al calor, las guardias, la comida. Por suerte ese primer año mi esposo se encargaba de la casa y de la Anto mientras estudiaba para entrar a su ciclo de posgraduación. Fue un año económicamente muy duro ya que con un solo sueldo teníamos que pagar el cole, el arriendo, la comida. Ni pensar en tener empleada, así que fue ahí donde aprendí a cocinar y no solo postres. Mi gorda siempre se acuerda de que alguna vez le hice un pollo quemado por afuera y congelado por adentro acompañado con un suculento arroz crudo. Así que entre recetas de mis abuelas y youtube hacía hasta sopa de bolas de verde.

Cada año de la residencia fue maraviloso entre altos y bajos siempre tuve ayuda de mis amigos. Mi hija llegó a tener tantos tíos: Gerardo, Daniela, Javier, Ana Belén, Joaquín, Mariana,Naza, Eli, Bea. Y me convertí en tía de los hijos de mis amigos. Era maravilloso sentir la solidaridad y el apoyo que habíamos desarrollado en comunidad.

Recuerdo con mucho cariño que cuando coincidía en las mañanas con mi esposo para ir a una guardia me llevaba a mi pequeña Anto al hospital y todas las enfermeras del Banco de Sangre se quedaban cuidándole hasta que su papá la fuera recoger. Es por eso que aprendió tanto de glóbulos rojos y plaquetas. En esa espera comía un donut de chocolate blanco y tomaba su ¨zumito¨ de naranja.

Esos 4 años me pasaron muy rápido tuve experiencias buenas y malas, pero todas se convirtieron en puntales de aprendizajes para mi mejor consolidación como ser humano. El más duro  aprendizaje que me ha servido de por vida para mi crecimiento personal fue, sin duda la separación de mi esposo, por lo que los dos últimos años llevar las cosas sola fue un poco complicado. Sin embargo lo logré, me pude graduar de Hematóloga y decidimos regresar a Ecuador con mi gorda.

A los pocos meses de haber vuelto comencé a trabajar en el hospital que me vió crecer y al que le agradezco tanto. Este lugar que muchas veces mi hija, en tono de broma, me ha dicho que es mi casa ya que paso más tiempo ahí que con ella. Y aunque ella sabe que es mi vida a sus 11 años entiende mi vida profesional y me apoya incondicionalmente, es más quiere ser doctora como sus papás.

Ser mamá y ser médico a la vez han sido los retos más difíciles que me ha puesto la vida, sin embargo han sido los más hermosos y reconfortantes. No cambiaría ni una sola de las experiencias que he tenido que vivir porque es lo que me ha hecho crecer y ser la persona que soy ahora. Me considero una mujer fuerte  pero también muy sensible, capaz de lograr todo lo que me propongo, sin perder el objetivo de ser un ser humano íntegro y solidario. Pese a las críticas que muchas veces tenemos la mamás que trabajamos por parte de la sociedad, considero que nunca podemos dejar nuestros sueños personales de lado.  Y como siempre digo la única persona que me interesa que piense que soy la mejor mamá del mundo es mi Anto. Y yo sé que es así.

Texto y fotos: Johanna Rojas 34 años.

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