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Mi sueño siempre fue ser mamá, nunca imaginé mi vida sin hijos. Lo que nunca estuvo en mis planes era estudiar y ser mamá al mismo tiempo. Mientras cursaba mi segundo semestre de universidad, estaba segura que conocía a mi pareja casi perfecta (porque no creia en la perfección). Y bueno como toda pareja de novios imaginas un futuro y vuelas en el mundo de los planes «vamos a viajar», «vamos a vivir como hippies», «vamos por ahí por allá», etc.

Todo cambió  de repente, una prueba de embarazo a escondidas da ¡positivo!. Sin mencionar palabra del tema durante 3 meses, sin saber que hacer o como decir a la familia, siempre pensando en «que nos dirán». Mientras tanto las nauseas los mareos y los vómitos matutinos en medio de mis primeras horas de clase o antes de agarrar el bus para llegar temprano a la universidad, salir corriendo de la clase para no vomitar a mis compañeros, quedarme dormida en clases y dejar una que otra materia porque simplemente no avanzaba.


El casi  perfecto buscaba trabajo, pues un personita venía en camino. Poco a poco el estrés se fue y empezamos a disfrutar a esa personita que venía a toda prisa, crecía y yo también. Empecé a creer en la perfección ¡como mi cuerpo mantenía a un ser  que sin conocerle ya amaba infinitamente.!

Cuando me dijeron quieres escribir sobre la experiencia de estudiar y ser mamá se me ocurría contar  los momentos más duros entre estudiar y la maternidad y todo lo que me haga ver como una súper  mamá, pero para mi solo con llevar a Amaya y después a Julián  Ignacio dentro de mí, ya me hace sentir una súper doble mamá. 
Los dos vinieron de sorpresa en dos diferentes momentos de mi carrera y  de diferente manera, claro que hay días difíciles pero los días felices siempre triunfan, días en los que la ayuda viene con varias manos y ojos amigos, para vigilar que Amaya no aplaste de más a su hermano y que los dos estén bien, mientras sus padres se encuentran en sus respectivas responsabilidades.

En mi caso, los primeros meses de embarazo son los más fuertes. Mareos continuos me agobian los 3 primeros, pero esto no impidió que continúe mis estudios. Una vez derrotados los mareos, el embarazo fluyó de lo mejor, me sentía bien comía demás,  asistía a clases puntual e iba a practicas (lo bueno es que siempre te miman y te consideran cuando llevas una pazonta como las mías). Los compañeros y los profes siempre estuvieron pendientes, me permitían adelantar exámenes, incluso rendí uno en el hospital despues de recibir a mi  segundo hijo (aunque ese no cuenta porque me fue pésimo y tuve que dar otro examen al regresar a clases).

Lo duro es cuando, con bebé en brazos, debes regresar a clases. Y empiezan los miedos y pensamientos como: «Necesito dejar los estudios o encargar el bebé»(obviamente nunca quieres dejar a tu bebé). Sin embargo si tienes firme tu intención de terminar tus estudios, debes hacer el esfuerzo temporal y te dices: «Lo dejaré  con la abuelita, que sabes que estará bien cuidado, pero igual se te revuelven las tripas más de lo que lo hicieron por la cesarea, pues tras estar tan juntitos no quieres separarte. «Me saldrá leche suficiente?», «va a preferir al papá, a la abuela» y «¿por qué le voy a dejar si solo me necesita a mi?» Esa parte es la más dura y dolorosa, duele mucho  pero sabes que lo haces por ti, por el bebé, por tu familia y por todos los que te apoyan ( que en mi caso era toda la familia que no me dejaba abandonar). 

Así con lágrimas en los ojos, subes a la u y de vuelta a casa entras en un poderoso llanto, pero llegas y ahí están todos mimando al bebé. Lo amarcas, le das el seno y te reconoce, te mira, te sonríe y no te suelta hasta quedarse dormido, suspiras y dices ya llegué. Esa satisfacción no te da nadie,  solo ellos que te esperan para abrazarte. Si  simplemente cambias un poco los planes, empiezan los corre corre y te ajustas por ese  amor único que te da fuerza todo poderosa para seguir con más ganas.

 Yo disfruto mucho de mis hijos pues mi sueños se ha vuelto realidad y ahora  siendo fisioterepeuta amo a otros niños también, a los que puedo ayudar con mis manos, pienso que todo es posible. Hace 5 años en algún momento dije que no acabaría nunca, faltaba toda una carrera y una bebé que no quería dejar. Pero pasa,  los bebés al final no  prefieren ni al papá ni a la abuela ni a nadie, te necesitan a ti y te esperan hasta terminar lo que se empezó.
Con dos hijos que llegaron de sorpresa a mi vida y una carrera que recorrí lenta, pero segura de cumplir con mis responsabilidades de mamá, de estudiante y también de ama de casa, por fin llegó el final y estoy orgullosa de lo que he llegado a conseguir. Pues cuando deseas algo intensamente, llega en los momentos menos pensados! Pero llega!! 

Texto e imágenes: Gabriela Peñaherrera

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